
Pero ojo, que ahí no termina la historia. La volatilidad de las monedas locales frente al dólar sigue siendo un factor determinante: una devaluación del peso argentino, por ejemplo, impacta directamente en el precio de los componentes importados, desde tecnología para instalaciones hasta maquinaria pesada. Y el flete no da tregua; los costos de transporte de materiales, impulsados por el precio del combustible y las tarifas de peaje, se dispararon un 10% en el último trimestre de 2024 en el corredor Buenos Aires-Montevideo, encareciendo aún más cada material. A todo esto, sumémosle las tasas de interés, que, aunque más estables que en años anteriores, siguen siendo un escollo. Obtener financiación para proyectos grandes implica un costo adicional que puede añadir entre un 5% y un 8% al costo total de la obra antes de su comercialización. Para el primer semestre de 2025, la expectativa no es alentadora. Expertos de la Cámara Argentina de la Construcción (CAC) advierten que, sin medidas que alivien la presión sobre los insumos y el financiamiento, podríamos ver una retracción de hasta un 10% en nuevos inicios de obra, lo que se traduce directamente en menos empleo. Colegios de arquitectos y sindicatos en el Mercosur ya están activando alarmas por el posible freno a la inversión privada, impactando a pequeños y medianos estudios y a las cuadrillas de trabajadores que dependen de la fluidez del mercado. No es solo un problema de números; es un golpe directo al plato de comida de miles de familias. Así las cosas, si no se le encuentra la vuelta rápido, el sueño de la casa propia o del nuevo emprendimiento inmobiliario se volverá cada vez más cuesta arriba, y con él, el futuro de muchísimos en el rubro.