
A nivel comparativo, mientras urbes europeas como Friburgo (Alemania) invierten en sistemas de gestión de arbolado que utilizan sensores de humedad y salud arbórea para optimizar el riego y el mantenimiento, muchas ciudades latinoamericanas, incluyendo varias en Argentina, aún enfrentan desafíos en la digitalización y planificación a largo plazo. La gestión del arbolado en Argentina, a menudo fragmentada y reactiva, contrasta con modelos donde la inversión en especies nativas y de crecimiento adecuado, junto con podas programadas y monitoreo constante, se considera una obra pública de alto retorno energético. Por ejemplo, en Buenos Aires, la sombra de un árbol maduro puede reducir la temperatura superficial del pavimento en hasta 20°C y la ambiental en 2-4°C, un impacto directo en el confort peatonal y en la energía disipada por los edificios adyacentes.
La ‘obra pública verde’ no se limita a la plantación inicial. Incluye la selección de especies resilientes al clima local, el monitoreo satelital de la copa para evaluar su capacidad de sombra, la integración con sistemas de drenaje urbano sostenible (SUDS) y la planificación de un ciclo de vida completo que asegure la continuidad del beneficio energético. Esto requiere una visión corporativa y multisectorial, donde los gobiernos locales, junto a profesionales de la arquitectura y la ingeniería, inviertan en herramientas de modelado predictivo para calcular el ROI (Retorno de Inversión) energético del arbolado. Considerar cada árbol como una pequeña ‘central de refrigeración natural’ implica un cambio de paradigma en la inversión pública, pasando de la ornamentación a la infraestructura crítica, capaz de mitigar picos de demanda eléctrica y fomentar una matriz energética más eficiente y sostenible para el desarrollo urbano de Argentina.