Competencias para el Futuro Hídrico: Un Imperativo Local
31/08/2025 l Obra pública
La agenda de infraestructura hidráulica y sanitaria en Argentina demanda una reconfiguración urgente de perfiles profesionales y estrategias de capacitación.
El flujo de agua en nuestras ciudades y regiones, y su subsiguiente tratamiento, ya no se gestiona con las mismas herramientas ni el mismo capital humano que hace una década. Nos encontramos en un punto de inflexión donde la complejidad de los desafíos —desde la creciente urbanización hasta los patrones climáticos volátiles— exige una recalibración profunda en la fuerza laboral que diseña, ejecuta y mantiene las obras hidráulicas y de saneamiento públicas en nuestro país. La mirada simplista sobre la mano de obra como un mero ejecutor de tareas repetitivas es obsoleta; el siglo XXI demanda un profesional con una visión sistémica, adaptabilidad y dominio de tecnologías emergentes. Aquí, el sector local de recursos humanos se enfrenta a la imperiosa necesidad de transformar su enfoque, pasando de una gestión reactiva a una proactiva, anticipando las demandas de un ecosistema que muta a pasos agigantados. La disrupción es ya la norma, y quien no se anticipe, quedará relegado.
El análisis comparativo de las competencias actuales versus las proyectadas para los próximos cinco a diez años en el ámbito de las obras hidráulicas y saneamiento revela una brecha preocupante. Mientras que el enfoque tradicional priorizaba habilidades en ingeniería civil convencional, topografía básica y operación de maquinaria pesada, el escenario futuro demanda profesionales versados en modelado hidrológico predictivo avanzado, gestión de datos masivos (Big Data) para optimización de redes, implementación de sensores IoT, resiliencia estructural ante eventos extremos, bioingeniería aplicada a tratamientos de efluentes y, crucialmente, una profunda comprensión de los aspectos socioambientales y regulatorios. Este cambio de paradigma requiere una transición desde el ‘obrero’ al ‘técnico-analista’, desde el ‘ingeniero de campo’ al ‘gestor integral de cuencas’. El desafío no es menor: implica una revisión exhaustiva de los planes de estudio universitarios y terciarios, una inversión sostenida en programas de formación continua y la creación de esquemas de certificación profesional que validen estas nuevas competencias. De no abordarse esta transformación con la urgencia que merece, la capacidad de ejecutar proyectos críticos para la calidad de vida y el desarrollo económico de nuestras comunidades quedará seriamente comprometida, condenando a futuras generaciones a enfrentar deficiencias estructurales que hoy tenemos la oportunidad de prevenir mediante una sólida inversión en nuestro activo más valioso: el capital humano.