
31/08/2025 l Arquitectura
Los sistemas fotovoltaicos on-grid y off-grid, el aprovechamiento pasivo de la luz y ventilación natural, la recolección y tratamiento de aguas grises para usos no potables, y la incorporación de sistemas de biodigestores para la gestión de residuos orgánicos, son pilares tecnológicos recurrentes. La eficiencia térmica de la envolvente, con materiales de alto desempeño y diseño bioclimático, es fundamental para minimizar las cargas energéticas. Estudios recientes de la Universidad de Chile indican que una vivienda unifamiliar autosustentable puede reducir sus gastos operativos en energía y agua en un 70-90% respecto a una convencional, aunque la inversión inicial puede ser un 15-30% superior debido a la tecnología especializada y los materiales específicos.
Los desafíos, sin embargo, persisten. La alta inversión inicial, la necesidad de marcos regulatorios más claros para la inyección de excedentes energéticos a la red, y la capacitación de mano de obra especializada en nuevas tecnologías constructivas y de mantenimiento, son barreras clave. La resistencia cultural a nuevas formas de habitar y la complejidad de los procesos de certificación también figuran como obstáculos a superar. De cara al futuro, la experiencia chilena subraya la importancia de políticas públicas que incentiven estas construcciones a través de subsidios directos o créditos blandos. Para Argentina, con su vasta geografía y demandas energéticas crecientes, la replicabilidad de estos modelos, adaptados a las condiciones climáticas y socioeconómicas locales, representa una hoja de ruta valiosa. La proyección es que, para 2030, un porcentaje significativo de las nuevas construcciones en la región integren al menos dos principios de autonomía energética o hídrica, impulsado por una mayor conciencia ambiental y la escalabilidad de tecnologías actualmente en desarrollo. El camino hacia una infraestructura habitacional más resiliente y eficiente ya está trazado, y Chile nos muestra sus primeros e importantes hitos.