
Primero lo obvio, pero que pocos dimensionan en serio: el cambio climático. Los informes del Servicio Meteorológico Nacional y estudios recientes del CONICET no son cuentos para ambientalistas, sino proyecciones concretas sobre el avance del mar, la intensificación de tormentas y la erosión costera que amenazan la infraestructura a largo plazo. Pensar en un ciclo de vida de 30-50 años para una construcción sin considerar estos factores es, sencillamente, una ingenuidad financiera. El seguro no lo cubre todo, y los costos de mitigación pueden pulverizar cualquier rentabilidad esperada. El idílico frente al mar de hoy podría ser el borde de la inundación de mañana, y los compradores con visión empresarial están comenzando a descontar este riesgo implícito.
Las regulaciones locales también son un campo minado. Los municipios costeros argentinos están cada vez más estrictos con los códigos de construcción, las alturas máximas, los retiros obligatorios y las normativas ambientales. Lo que hoy es factible, mañana puede no serlo, generando incertidumbre y posibles readecuaciones costosas. Además, la infraestructura en muchas de estas zonas sigue siendo precaria. ¿Has evaluado realmente la calidad y constancia del suministro de agua, la electricidad o, crucial en 2025, la conectividad a internet de fibra óptica? Estas ‘minucias’ se traducen en costos operativos elevados y potenciales dolores de cabeza que impactan directamente la habitabilidad y el valor de reventa del bien.
Finalmente, la demanda. Sí, el turismo interno es un motor, pero ¿es la casa de playa la inversión más inteligente frente a otras alternativas en el actual panorama económico? Las proyecciones de inversión en el segmento de alquiler temporario muestran una creciente competencia y una sensibilidad al precio que no siempre justifica los elevados costos de construcción y mantenimiento que acabamos de describir. La clave es un análisis de mercado exhaustivo: ¿hay demanda real para tu producto específico, o estás construyendo un lujo que solo pocos pueden permitirse y menos aún están dispuestos a pagar su valor real? En resumen, la casa en la playa no es un juego de niños. Exige una planificación meticulosa, una cartera robusta y una visión a largo plazo que no ignore los avisos que la ciencia y la economía nos lanzan. Antes de firmar, asegúrate de que el horizonte no oculte una marea de gastos inesperados. Porque al final, el mar es hermoso, pero también es implacable con las inversiones poco previsibles.