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Desafiando las Cifras: Qué Modela el Precio del Metro Cuadrado en Chile
31/08/2025 l Interés General
Más allá de los titulares: una mirada escéptica a los cimientos que realmente determinan el valor de la construcción en el país vecino, con foco en la infraestructura y la inversión pública.
La brújula del costo de construcción en el Cono Sur a menudo apunta hacia Chile, pero, ¿qué tan nítida es esa dirección? Mientras en Argentina desglosamos cada centavo de acero y cemento, la percepción de un mercado chileno más “estable” o “eficiente” suele simplificar demasiado un entramado de factores que, desde una perspectiva infraestructural, dista de ser un milagro. No es solo cuestión de tasas de interés o estabilidad macroeconómica – aunque innegablemente ayudan – sino de cómo se articula una red de soporte que muchos dan por sentada.
Desde Arquitecturar, y basándonos en estudios que analizan la dinámica de costos en Latinoamérica, nos atrevemos a mirar con recelo esa facilidad con la que se atribuye el menor costo de metro cuadrado chileno a factores superficiales. Ciertamente, el acceso a financiamiento y una burocracia algo más ágil pueden acortar plazos y reducir costos indirectos. Pero la verdadera carne de este asado, y a menudo la parte más subestimada, reside en la infraestructura de soporte. ¿De qué hablamos? De la calidad y disponibilidad de vías de transporte (carreteras, puertos eficientes), la confiabilidad de los servicios básicos (energía, agua, comunicaciones) y la logística interna que permite que materiales importados o producidos localmente lleguen a obra con una eficiencia que en otras latitudes de la región solo podemos soñar. Un estudio reciente, enfocado en cadenas de suministro en Latinoamérica, sugería que las deficiencias logísticas pueden inflar los costos de materiales hasta un 15% en algunos países de la región, una realidad que Chile, en promedio, maneja mejor.
No es casualidad que las zonas con mayor desarrollo inmobiliario en Chile cuenten con una infraestructura de base sólida y preexistente. Esta inversión, muchas veces de carácter público y acumulada durante décadas, reduce significativamente los costos iniciales que un desarrollador debería asumir. Pensemos: si la red eléctrica ya es robusta, si el acceso vial está garantizado y si el sistema de alcantarillado no requiere una mega-inversión para cada nuevo proyecto, ¿quién asume ese costo? La respuesta es que ya se invirtió, o bien se distribuye de una manera que no carga directamente al costo del metro cuadrado final del mismo modo que sucede en mercados emergentes o con infraestructura deficiente. Es un costo ‘escondido’ o ‘socializado’ que distorsiona la comparación directa.
Además, la disponibilidad de mano de obra calificada y una matriz energética más diversificada también influyen. Pero la joya de la corona sigue siendo la infraestructura. Mientras otros países de la región luchan por sacar sus productos del puerto o garantizar energía sin cortes, Chile capitaliza una ventaja comparativa que, a veces, se ignora en el análisis simplista. En el contexto actual, con la volatilidad de los precios de los materiales a nivel global y las interrupciones en la cadena de suministro que hemos visto post-pandemia, contar con una infraestructura resiliente no es un lujo, es un blindaje que se traduce directamente en un costo por metro cuadrado más predecible y, a menudo, competitivo. Así que, antes de idealizar el “modelo chileno”, vale la pena rascar un poco la superficie y ver el entramado de hierro y cemento que sostiene esos números.
