
31/08/2025 l Arquitectura
Estudios recientes de organismos como la Agencia Internacional de Energía (IEA) y la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) subrayan que el sector de la construcción es responsable de aproximadamente el 30% del consumo global de energía y de una proporción significativa de las emisiones de CO2. En respuesta, diversas jurisdicciones han establecido marcos regulatorios que incentivan o exigen la integración de energías limpias. La Directiva de Eficiencia Energética de Edificios (EPBD) de la Unión Europea, por ejemplo, ha sido fundamental para impulsar la construcción de edificios de consumo de energía casi nulo (NZEB). Países como Alemania, con su ‘Energiewende’, y ciudades como Copenhague o Singapur, están liderando con proyectos emblemáticos que demuestran la viabilidad técnica y económica de estas infraestructuras avanzadas. Desde el Campus del Centro de Tecnologías Energéticas de Fráncfort, que utiliza una combinación de fotovoltaica y bombas de calor, hasta la iniciativa ‘Solar Roof Project’ en Bangalore, India, la aplicación es diversa.
El desafío principal reside en la inversión inicial y la complejidad de la integración multidisciplinaria. Sin embargo, los retornos a largo plazo, derivados de menores costos operativos, resiliencia energética y un menor impacto ambiental, justifican la transición. Además, la estandarización de componentes, la mejora en la eficiencia de los materiales y la digitalización para la gestión inteligente de la energía están reduciendo progresivamente la barrera de entrada. Este panorama emergente sugiere que la integración de energías renovables dejará de ser una característica distintiva para convertirse en un requisito fundamental en la concepción y ejecución de proyectos de infraestructura en la próxima década. La infraestructura edilicia no solo consumirá, sino que activamente producirá y gestionará su propia energía, configurando un futuro más resiliente y menos dependiente de los combustibles fósiles.