
31/08/2025 l Arquitectura
El costo inicial, pese a la prometida amortización a largo plazo, actúa como un potente freno para desarrolladores y propietarios. La financiación específica es escasa y no siempre atractiva. A esto se suma un marco regulatorio dispar: mientras algunas provincias han avanzado con leyes de balance neto o incentivos fiscales, otras permanecen estancadas, generando un mosaico de reglas que desincentiva la inversión a gran escala. La falta de un plan nacional coherente y ambicioso en este frente deja a cada proyecto a su suerte.
Por otro lado, la capacitación y el expertise técnico en diseño e instalación de estos sistemas sigue siendo un nicho. No todos los profesionales de la construcción manejan las complejidades de la interconexión a la red o la optimización de los flujos energéticos, lo que genera desconfianza y proyectos subóptimos. Finalmente, la propia infraestructura de distribución energética no siempre está preparada para gestionar flujos bidireccionales de manera eficiente y sin sobresaltos, sumando un obstáculo más a la verdadera autonomía energética de los edificios. En síntesis, la Argentina de 2025 está sentada sobre un potencial inmenso de generar energía desde sus propias estructuras, pero la voluntad política y una estrategia clara aún no logran traducir ese potencial en una infraestructura que verdaderamente cambie la ecuación energética del país.