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Sábado, 15 de noviembre 2025
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Hormigón Desnudo: La Persistencia Brutalista en el Paisaje Uruguayo

|Interés General
Un examen profundo de los pilares de este estilo arquitectónico y su manifestación en obras emblemáticas del país, con una mirada a su relevancia futura en la infraestructura y el urbanismo.
Hormigón Desnudo: La Persistencia Brutalista en el Paisaje Uruguayo
La solidez del hormigón a la vista, con su textura franca y su monumentalidad inherente, define una estética que, si bien nació de principios funcionalistas post-guerra, ha encontrado en Uruguay un terreno fértil para su expresión, generando obras de notable impacto y debate. Desde ‘Arquitecturar’, en 2025, nos proponemos explorar las claves del brutalismo, rastreando su génesis, sus fundamentos filosóficos y sus ejemplos más representativos en el ámbito local, para comprender su persistencia y sus proyecciones en el panorama constructivo a corto plazo.

El brutalismo, término acuñado a mediados del siglo XX, se deriva del francés ‘béton brut’ (hormigón crudo) y fue popularizado por la obra de Le Corbusier. Surgió en un contexto de reconstrucción post-bélica, donde la necesidad de edificios funcionales, económicos y duraderos impulsó el uso de materiales industriales en su estado más puro. Sus principios se basan en la honestidad estructural, exhibiendo los materiales tal como son, sin adornos superfluos. Se caracteriza por la preponderancia del hormigón armado visto, que no solo constituye la estructura sino también la fachada y el acabado interior, a menudo con las marcas de los encofrados visibles. La escala monumental, las formas geométricas robustas y una estética que prioriza la función sobre la ornamentación son sus sellos distintivos. Este estilo buscaba generar espacios con un fuerte carácter, que reflejaran la solidez y la permanencia, ideales para edificios públicos, institucionales y de infraestructura pesada. A pesar de las críticas por su aparente frialdad o rigidez, su robustez intrínseca y su capacidad para construir rápidamente grandes volúmenes lo hicieron prevalecer en proyectos de envergadura global.

Hormigón Desnudo: La Persistencia Brutalista en el Paisaje Uruguayo
En Uruguay, el brutalismo encontró un nicho particular, anclado en una sólida tradición modernista y una fuerte presencia del Estado en la promoción de obra pública. Edificios como el de la Corporación Nacional para el Desarrollo (CND) en Montevideo, son ejemplos claros de cómo el brutalismo se manifestó con fuerza en el país. Su imponente volumen de hormigón a la vista, sus formas macizas y la expresión directa de su estructura, lo convierten en un referente ineludible. Otros ejemplos, quizás con influencias más difusas, pero con una clara vocación brutalista en su materialidad y escala, se pueden apreciar en ciertas secciones de la Facultad de Ingeniería o en edificios administrativos y de vivienda colectiva de las décadas de 1960 y 1970, donde la economía de recursos y la durabilidad eran premisas fundamentales.

A nivel global, hemos sido testigos de una revalorización del brutalismo. Lo que antes fue tildado de ‘monstruoso’ o ‘inhumano’ por algunos, hoy es reconocido como patrimonio cultural, apreciado por su audacia estética, su solidez ingenieril y su valor histórico. Instituciones como el Barbican Estate en Londres o la Geisel Library en San Diego, son ejemplos de cómo la arquitectura brutalista ha logrado trascender sus críticas iniciales para convertirse en iconos. Esta revalorización no es meramente estética; a corto plazo, las proyecciones en el ámbito de la infraestructura señalan oportunidades significativas para Uruguay. La robustez y durabilidad inherentes a las construcciones brutalistas las hacen candidatas ideales para proyectos de rehabilitación y adaptación. Enfocarse en la mejora de su eficiencia energética, la optimización de sus sistemas interiores y la incorporación de tecnologías constructivas contemporáneas para su mantenimiento, puede extender su vida útil y mejorar su funcionalidad sin comprometer su esencia. Desde una perspectiva de infraestructura, estos edificios representan activos de gran valía. Su capacidad para soportar el paso del tiempo y resistir el desgaste los posiciona como elementos estratégicos en el desarrollo urbano. La tarea para 2025 y más allá será gestionar su legado, no solo preservando su valor arquitectónico, sino también potenciando su rol como componentes funcionales y resilientes de nuestra infraestructura, adaptándolos a las demandas de un futuro que valora la solidez y la eficiencia a largo plazo.

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