
Durante el período 2018-2023, observamos un incremento en la investigación académica y en proyectos piloto que exploraban el bambú (especialmente guadua o especies adaptadas) y maderas rápidas para usos estructurales secundarios, revestimientos, paneles y elementos decorativos. La aplicación más evidente y exitosa se ha dado en proyectos de menor escala, autoconstrucción asistida o arquitectura de paisaje, donde la flexibilidad normativa y la menor exigencia industrial permitieron explorar sus virtudes estéticas y táctiles. Particularmente, en el litoral y el este del país, surgieron iniciativas para la creación de estructuras ligeras y temporales, donde la capacidad de crecimiento acelerado del material y su relativa facilidad de manipulación inicial fueron valoradas. Sin embargo, estas experiencias, si bien enriquecedoras, distan de la integración masiva que se proyectaba.
Desde una óptica económica, la inversión necesaria en infraestructura de procesamiento y capacitación de mano de obra especializada para trabajar estos materiales a escala industrial no siempre se justifica frente a alternativas consolidadas como el hormigón, el acero o la madera maciza de especies tradicionales, que ya cuentan con cadenas de suministro y conocimiento técnico afianzados. El mercado uruguayo, si bien permeable a nuevas ideas, es también inherentemente conservador en el sector de la construcción, priorizando la confiabilidad y el historial de rendimiento. En este escenario, el bambú y las maderas rápidas continúan siendo valiosas herramientas en el arsenal del arquitecto, pero su trascendencia más allá de un nicho controlado requerirá no solo de avances tecnológicos significativos en su procesamiento, sino de un cambio cultural y económico que impulse una verdadera industrialización de su producción y aplicación en el contexto constructivo uruguayo.